Hemos reiniciado lo que ahora empezaré a llamar el "grupo de encuentro " que es en lo que realmente se ha convertido las sesiones de musicoterapia en grupo.

Esta vez tenemos una nueva incorporación al grupo. Es muy interesante ver en qué punto del desarrollo personal está cada uno de los integrantes, por un lado los que han conseguido conectar, aceptar y desbloquear sus emociones y que poco a poco van llegando al interior de ellos mismos, deshaciéndose de la máscara tras la que se escondían y que no les permitía avanzar, veo cómo luchan por ser ellos mismos, cómo descubren las manipulaciones de las que han sido "víctimas" y cómo van responsabilizándose y asumiéndo el papel protagonista en sus propias vidas. Por otro lado me sigue emocionando la valentía de los que se deciden a comenzar con el proceso desde el principio, con qué compromiso y honestidad afrontan el enfrentarse a sí mismos y a sus miedos. Mi labor de facilitadora me enriquece como ser humano semana a semana y siento un profundo agradecimiento por ello.

¿qué llevarías en una maleta a un viaje indefinido? ¿cuáles son tus imprescidibles? este fué el tema que surgió de la última sesión de musicoterapia para crecimiento personal.

Curiosamente llevamos  a nuestras espaldas cargas demasiado pesadas, que en muchas ocasiones ni siquiera son nuestras y las acarreamos durante tanto tiempo que al final forman parte de nosotros, aprendemos a caminar con ellas sin darnos cuenta de que no nos aportan nada, que realmente no son nuestras y que no tenemos porque cargarlas hasta el punto de llegar a enfermar.

¿realmente qué es lo que necesitamos en nuestro camino por la vida? quizás si nos dieramos cuenta de ello las cosas serían un poquito más sencillas.

Ayer en la sesión de musicoterapia para crecimiento personal pude comprobar los efectos que la música y la musicoterapia humanista tiene en las personas valientes que se atreven a profundizar en sus sentimientos y emociones.

Después de un año intenso, y enriquecedor les pregunté que había supuesto para ellas todo este proceso de crecimiento con la musicoterapia humanista y cómo lo definirían, y las respuestas fueron: Libertad y Bienestar.

Dos palabras que definen a la perfección qué es lo que han conseguido hasta ahora con las sesiones, por un lado recuperar la libertad de decisión sin sentir culpabilidad y por otro sentir un estado de bienestar personal, dónde ser capaz de sentir y aceptar lo que está pasando dentro de nosotros, ayudándonos a afrontar las dificultades y los problemas de una manera menos neurótica y más humana.

El miedo nos acompaña desde que nacemos, es un compañero de viaje pesado e insistente, se acerca a nosotros sin avisar y permanece a nuestro lado una y otra vez, por ello es importante crear estrategias para combatirlo, para sentir su presencia pero sin que ello nos paralice o nos ponga límites a nuestras capacidades.

He trabajado a través de la musicoterapia con esta emoción y con la ansiedad y el miedo que producen algunas situaciones en las que por haberlas vivido ya, ha quedado registrado en nuestra memoria emocional esa sensación de miedo, que muchas veces es más intensa que el propio miedo en sí.

Con el trabajo terapéutico de enfrentarse a esa sensación pero en un entorno de protección, de seguridad y de vivir en el aquí y el ahora  y con el soporte de la música que ayuda a canalizar y a dejar salir las emociones bloqueadas, se ha conseguido suavizar y transformar esa sensación de angustia y ansiedad en un estado de bienestar y fortaleza que ha hecho que enfrentarse a la misma situación que producía el desasosiego haya sido mucho más normalizada, sin ansiedad y con mucha más tranquilidad.

La situación no cambia, cambia la manera de enfrentarse a ella.

Nuevamente estoy conmovida con la sesión del viernes con R. un adolescente autista con el que llevo trabajando varios años.

Por primera vez sentí que quería comunicarse conmigo, que quería contarme algo importante para él; por un momento sentí que los dos conectábamos desde un punto muy alejado de nuestros cuerpos, desde nuestra vulnerabilidad y allí fué dónde con una sola mirada, profunda como nunca la había sentido él me miró y conectamos al instante en el mismo punto, la complicidad surgió al instante y a partir de ahí se abrió a mí, sentí su nerviosismo, su esfuerzo por encontrar las palabras y su necesidad de ser escuchado.

Yo estuve allí acompañándole y facilitándole el proceso, empatizando con su necesidad y aceptándole tal y como es y de ello me siento orgullosa, de haber podido compartir esta experiencia con él.

Nuevamente gracias R. por todo lo que me estás aportando.

Nos ha tocado vivir en una época en la que la falta de tiempo es algo común a todos nosotros, se ha convertido en un compañero de viaje duro y pesado con el que tenemos que convivir y el que nos asfixia y limita hasta agobiar. 

Apenas queda tiempo para disfrutar, le robamos al día escasos momentos de libertad para poder estar en paz, tranquilo y si la cabeza te deja poder desconectar de las preocupaciones diarias.

Pero tenemos la obligación con nosotros mismos de encontrar ese espacio ese momento de tranquilidad y reposo y de no dejar que nadie nos lo fastidie, porque es nuestro.

Hoy soy más consciente de ello que nunca porque he tenido una conversación en la que ha salido este tema pero de la forma más dura que puede salir, cuando realmente sientes que no te queda tiempo, que realmente se acerca tu final y sientes la angustia de que esto se acaba, ¿cómo afrontar eso?¿cómo poder llevarlo? entiendo esa angustia, esa necesidad de vivir en el aquí y el ahora porque no sé si habrá un mañana, supongo que la percepción de la vida cambia radicalmente y que de repente se cambia la perspectiva; ese vacío interior que tanto asusta....

Desde hace algún tiempo convivo con el estres, esa enfermedad silenciosa, que entra sin avisar, se instala en tu vida y te aparta de lo que más quieres sin que tu apenas te des cuenta de ello; te vuelve irritable, irracional y pone en primer plano cosas que deberían de estar mucho más atrás, te cierra emocionalmente a los demás y empiezas a verlo todo de una manera distorsionada, como si todo estuviera en contra tuya hundiéndote cada vez más en un estado depresivo del cual es muy complicado salir sin pedir ayuda.

En ocasiones da miedo pedir ayuda, quizás porque eso nos hace más vulnerables, pero a la vez nos hace más humanos, y sin darnos cuenta ese miedo nos bloquea de tal forma que no nos damos cuenta que hacemos daño a nuestros seres queridos, a nosotros mismos y que nos mantiene en un estado de constante tensión y no nos deja avanzar en el camino hacia la paz interior.

Cada semana me sorprende mi grupo de musicoterapia, es fascinante ver cómo ante una misma situación los seres humanos reaccionamos de diferente manera según nuestro momento y proceso personal. Hoy hemos trabajado con el miedo, hemos hablado y experimentado con él, ha sido un trabajo en el cual cada participante lo ha vivido de diferente manera, y en función de su estado personal unos más intensamente que otros pero con una valentía y honestidad que me emociona profundamente. Me siento afortunada por compartir con ellas esos momentos tan intensos y emocionantes. Gracias.

Desde hace alrededor de un año estoy tratando a un adolescente autista; cuando le conocí estaba en un estado de adormecimiento, en el que    apenas se comunicaba con un lenguaje ecolálico (repetición de la última palabra que escuchaba) y cuyo contacto con el mundo era muy limitado y restringido. A lo largo de este apasionante año he compartido muchas sesiones con él, poco a poco he ido ganándome su confianza y viendo como poco a poco iba despertándo de su letargo. En la última sesión en la que hicimos una improvisación al teclado, fué increíble cómo se entregó, cómo se comunicó conmigo musical, visual y corporalmente estábamos en el mismo nivel de comunicación y fué una experiencia muy gratificante para los dos. Gracias Ro. sé que no lo vas a leer, pero necesitába contarlo.

Ayer por la noche vi un documental que trataba sobre los matrimonios japoneses que no mantienen relaciones sexuales. En él se hablaba de que había matrimonios que llevaban más de 30 años sin hacer el amor, por decisión propia.

Apareció un joven también que estaba soltero pero tenía novia con la que no mantenía relaciones sexuales porque "era muy cansado darle placer"; a cambio prefería ir a salas donde se alquilaban películas porno y él mismo se aliviaba la tensión sexual.

Por último contaban la historia de otro hombre soltero que para satisfacer su necesidad de afecto se iba a un bar dónde habían gatos y le dejaban acariciarlos y darles de comer, con el fin de sentir o dar un poco de afecto.

Personalmente me dejó impactada el documental, ¿cómo es posible llegar a esa desconexión total de los sentimientos? salvo en el último de los casos, no se nombró en ningún momento la palabra amor o afecto. De acuerdo que el sexo no siempre tiene que estar ligado al amor, pero lo que me parece alarmante es el grado de egoísmo de estas personas, la limitación de sus emociones y su falta de capacidad para dar afecto. ¿De verdad nos quieren hacer creer que son felices así?......